Irse de vacaciones con estos locos bajitos, puede ser tan odisea como el sexo tras la maternidad. Las vacaciones después de la maternidad, no son precisamente un oásis de calma, armonía y paz, como canta Pepa Pig, no, más bien son un video juego estresante, como cuando sabes que te queda nadita para cambiar de nivel y te la vas a pegar, pues igual. Mis vacaciones han terminado, y he de decir que he disfrutado, no os creáis que cambio mi locura de vacaciones por un viaje a las Bahamas con mi esposo donde el mayor estrés es elegir entre daikiri y mojito. Mis niñas, mis soles, mis almas… vamos, con ellas al fin del mundo, pero… ¡ay, amigos, medio loca vuelvo más que cuando me fui!
En primer lugar el estrés me ha pasado factura y empecé con contractura cervical, seguida de gastroenteritis y para no aburrirme ahora a la llegada amigdalitis de caballo. ( de caballo de droga, no, por Dios, que la única droga consumida ha sido valium, por prescripción del traumatologo)
Pero antes muerta que sencilla, y para la foto, yo saco a pasear a la «reinona» que llevo dentro aunque por dentro esté echita polvo.
Aprovechando el momento foto para relajarme
Las niñas las chiquillas se han divertido, han comido arena, cagado arena, sobre todo Mar, se han bebido lo que vendrá a ser en un mes una botella de agua de piscina, hemos hecho la croqueta, hemos aprendido a gritar pizza bajo el agua, Vera ha conocido muchos amigos de diferentes lugares de España y del mundo, ( «Sé que hablas ingles así que no te entiendo. Eres un rollo») y Mar… Mar básicamente la ha liado parda allá donde ha ido, y se ha ganado el respeto con sus gritos espartanos de todos los niños de los parques vacacionales.
A Vera le encanta ir al pueblo que lleva su nombre, se siente allí super protagonista y tiene un súper amigo con el que compartir confidencias. Qué edad más bonita y más inocente para todo, ¿verdad? Sin embargo después nos hemos ido unos diitas a un resort en Benalmádena, muy entretenidos hemos estado sí, lo que pasa es que estos nuestros hijos, siempre tienden a ambientarse el último día, hasta dos horas antes de irnos no decidió subirse la jodía a los toboganes. Mi niña no paraba de preguntar cuando terminaban las vacaciones, con el consiguiente cabreo y mala leche que me entraba a mí, a punto de mandar la crianza con apego a hacer puñetas y dar un par de gritos. Oye, la niña, con el dinero que vale «to»… y ahí está la carajota de su madre y el carajote de su padre, por que sí, amigos, lo somos, haciendo el tonto en la sala de fiesta porque a la niña, angelito, le hacia ilusión que sus padres salieran a hacer los juegos esos para adultos que se hacen en los hoteles y que siempre terminas saltando sin sujetador, o peor, sin camiseta y tapándote los pechos como buenamente puedes. En mi caso fue mi esposo el que enseño cacho, el pobre mío que corte le dio, pero claro, nuestra Vera es mucha Vera y con tal de hacerte feliz hija, tus padres hace el canelo si es necesario. De eso no hay fotos, os enseño las que son molonas y donde estoy más o menos digna.
Las amistades en verano
Esa playa tirando de esas niñas, de ese carro, de esa sombrilla, de esa butaca donde nunca me senté, de esa crema solar a tropezones en la cara para perder ya la poca dignidad que me quedaba, no, no voy a olvidar estas vacaciones con dos niñas que ya caminan ambas porque con Mar de bebé fue coser y cantar. Esos cuerpos de mujeres no madres, esa envidia verde… madre mía, donde se quedó ese culo que tenía yo a lo Jennifer Lopez en mis felices años 20…
«Mamá… si no tienes manos para llevar las palitas y el rastrillos siempre puedes meterlo debajo de las tetas, yo creo que se sujetan, mami » Será la niña hija la grandísima… (perdón, perdón) Ya tendrás tú los pechos vencidos por la ley de la gravedad, hija, ya los tendrás y ahí estaré yo para ponerte las palas y rastrillos entre seno barriga. Total, a la niña este año le ha dado por contarle a todo el mundo nuestras intimidades, y más importancia le dé peor, pero ahí estoy yo con mi crianza con apego por bandera, sin perder los nervios, sin perder la sonrisa, sin perder la compostura, sin perder la virginidad esta que se me ha reconstruido de nuevo.
Mejor paro. En serio, chicos, mirad que felices se nos ve… no es fachada, lo somos a pesar de que yo aquí exagere un poco para haceros emitir una pequeña sonrisa. ¡Los niños, La luz del mundo!